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La cultura de la nieve, uno de los grandes atractivos de Salamanca

La cultura de la nieve, uno de los grandes atractivos de Salamanca

El ayuntamiento de Salamanca ha decidido ampliar el programa de las visitas al Pozo de las Nieves hasta el próximo 29 de octubre ante el éxito cosechado y la demanda sostenida de inscripciones. Organizado por Turismo de Salamanca, la experiencia dura una hora y en ella se realiza un amplio recorrido a través de la Cerca Nueva de la ciudad, donde se conservan los restos de uno de los más importantes conventos de la Salamanca renacentista, el de San Andrés. Conocido como el “Escorial salmantino” por sus grandes dimensiones, fue uno de los centros conventuales más importantes de la ciudad hasta su destrucción a mediados del siglo XIX. En concreto, el Pozo de las Nieves fue levantado en 1738 y permaneció bajo propiedad conventual hasta 1835, cuando pasa a formar parte del consistorio salmantino. Asimismo fue utilizado hasta finales del siglo XIX, cuando llega la electricidad y la tecnología del frío, según cuenta el arqueólogo municipal, Carlos Macarro.

El itinerario se realiza en compañía de una arqueóloga que explica los pormenores de la cultura de la nieve y describe una construcción de más de siete metros de profundidad. Está cubierta por una bóveda de pizarra que permite, además, admirar parte de la antigua muralla medieval de Salamanca, las caballerizas y tenadas del convento, parte de la torre nordeste del complejo. Las misteriosas galerías subterráneas, de origen y función inciertos, añaden también singularidad a la visita.

Tal y como explica Macarro, una de las claves del éxito de este recorrido es que "es muy visual y despierta una gran curiosidad” entre los numerosos visitantes. Tanto es así que, en la actualidad, el Pozo de las Nieves se ha convertido en uno de los principales atractivos de la oferta patrimonial y turística de la ciudad. El público descubre uno de los monumentos más peculiares y desconocidos de la Salamanca del siglo XVIII. El Pozo de Nieve es una prueba palpable de la antigua cultura de las nieves, que empezó a proliferar gracias a los pueblos árabes en el siglo XVI. En concreto, era la única manera que tenían los antepasados de almacenar y conservar la nieve que traían sobre mulos desde las Sierras de Francia y Béjar para convertirla en hielo. Recogido en invierno, este hielo prensado aguantaba en estos subterráneos durante la primavera y el verano y proveía a los monjes para elaborar sorbetes y helados y con fines terapéuticos. Como ocurrió con el chocolate y otros productos de la gastronomía, con el tiempo el helado pasó de los conventos al pueblo llano. Tal y como detalla el propio arqueólogo municipal, es un botón de muestra del establecimiento y venta de helado, un negocio regulado desde el siglo XVI.

 

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